Reflexiones sobre la danza 
DID 2020




Mi primera reacción ante la propuesta de escribir un mensaje en el DID 2020 fue dudosa.

¿Le interesamos a alguien que no tenga un vínculo directo con la danza? ¿Para qué va a servir este mensaje? ¿Cómo no caer en los tópicos de ensalzar las virtudes de la danza?


Mi sensación es que NO, no le interesamos a nadie excepto a nosotros mismos, incluso me atrevería a decir que entre nosotros el interés es limitado.

Pienso en la propuesta y en quien va a leer una publicación de una asociación de empresas de danza con reflexiones de coreógrafos y bailarines y me surgen dudas sobre su utilidad. Lo primero que se me pasa por la cabeza como lectora, es que espero que los textos no sean muy largos, que probablemente la mayoría tendrán un discurso un poco “pastelero”, típico-tópico, y que seguramente habrá textos que, depende de quien los haya escrito, soportaré mejor o peor según mis afinidades personales y juicios preconcebidos. ¡Casi que preferiría que fueran anónimos!. Vamos, que decidí que no iba a hacerlo, pero finalmente pensé: Uff, tal y como está la cosa, y dado todo el tiempo que va a pasar antes de que pueda volver a actuar, ¿por qué no hacerlo?. ¿No tienes tantas ganas de actuar y de crear?; Pues, ¡hala, actúa y haz algo!. Luego, también pensé en los 40 euros simbólicos y en el posible incentivo económico futuro y en todo el tiempo que falta hasta que pueda volver a vivir de mi trabajo. Estas son ahora mismo todas las aspiraciones que puedo tener con respecto a lo que ha venido siendo mi profesión en el mundo de la danza desde hace 33 años.


¡Venga, Pepa!, que hay gente que se lo está currando de lo lindo desde que empezó el confinamiento. No quiero ser una desagradecida. Mesas sectoriales, informes, encuestas, asambleas, reuniones virtuales con las administraciones, peticiones de medidas para el sector, iniciativas que repercutan en los socios, … un currazo, la verdad. Es muy de agradecer que haya gente que esté intentando lanzar un S.O.S., para que ahí fuera sepan que existimos un montón de personas que hasta ahora vivíamos de la danza, así que hay que cambiar de actitud.


¿Qué queréis que diga?, ¿que la danza es maravillosa y lo que más me ha ayudado en las situaciones más duras de la vida, o cuento el esfuerzo y sacrificio que supone dedicarse a esto y lo “mucho que compensa”?  ¿Mejor hablo del agobio que supone estar encerrados en casa sin poder ensayar ni trabajar, de la frustración que tenemos por todos los proyectos que se han ido a pique, de las actuaciones canceladas después de meses ensayando, de la ruina económica que tenemos por delante, …?. También podría hablar de las bondades que la danza aporta al desarrollo del individuo, que es una manifestación que existe desde el inicio de los tiempos, inherente al ser humano, necesaria, etc… Pero eso ya os lo han contado muchas veces, no creo que aporte nada nuevo, ni que vaya a dar más visibilidad a esta profesión que por lo visto, NO INTERESA.


Cada uno lee y se informa sobre lo que le interesa y la danza, NO INTERESA. A mí me lo dijo hace unos años una persona del Ministerio de Cultura ante una reclamación: ¿Qué haces dedicándote a la danza?. La danza está muerta, NO INTERESA, pásate “al otro lado”, como hice yo… Lo peor es que el tiempo le está dando la razón, NO INTERESA. Es verdad, una verdad dolorosa, pero ahí está. Y si esto es así, ¡imagínate dentro de unos meses!. Otra cosa sería hablar del porqué de esa falta de interés, pero mejor no entrar ahora en ese terreno, que merece un capítulo aparte.


Me lo vuelvo a preguntar a mí misma: ¿Qué haces dedicándote a la danza?, la danza no interesa, excepto a los que nos dedicamos a ella, claro. No te engañes, no vas a poder seguir viviendo de ello. Después de darle muchas vueltas al tema, la única respuesta posible que encuentro es que me dedico a la danza porque me gusta. Me gusta, a pesar de los pesares, me gusta y mucho.


El otro día en una de estas noches de vigilia del confinamiento, no sé porque me vino a la mente una de mis primeras actuaciones profesionales. Yo no había tenido muchas experiencias en escenario en mi época de estudiante. En la escuela donde estudiaba no se hacían festivales, ni había talleres coreográficos, por lo que después de tantos años preparándome, una vez que conseguí entrar en el mundo profesional, cuando de repente me vi en el escenario, en una función real, con público, y me pagaban, era una bailarina profesional por fin, me invadió una sensación de responsabilidad e inseguridad enorme, al tiempo que me provocó una profunda emoción, era el riesgo. El riesgo de equivocarme, de no estar a la altura, el saber que me la estaba jugando, delante de mis compañeros y de toda esa gente, el público. Creo que eso me gustó y me enganchó.


Después, muchos bolos (eran otros tiempos), escenarios, compañeros, ensayos, viajes,…mucho y muy intenso.


Me vinieron otros recuerdos que tengo grabados con una de las compañías en las que pasé una de las mejores etapas profesionales y personales. Recuerdo las sensaciones que tenía, no sólo en el escenario, también en los ensayos, en los montajes. Ahí aprendí a disfrutar bailando. Descubrí el placer de bailar. Podía sentir cosas tan especiales que si cierro los ojos y me concentro, aun hoy 20 años después, casi puedo volver a experimentar.


Después vino otra etapa en la que el baile ya no era sólo esfuerzo, riesgo, sentir, placer y disfrutar, sino que empezó a tener mucha importancia la libertad. Ahí me di cuenta de que cuando bailo realmente soy y estoy. Es el presente, el aquí, el ahora, ¡es el mejor mindfulness que hay!. Es la consciencia y el dejarse ir, es lo físico y lo abstracto, es lo real con mi cuerpo y lo onírico con mi espíritu. Son instantes únicos en los que eres el dueño de tu cuerpo, del espacio, transmites y haces partícipes a otros, compartes de alguna manera tu intimidad y tu ser. En mi caso, es de la forma en la que más valiente me siento, aunque a la vez esté muerta de miedo y la incertidumbre esté siempre presente, como en la vida. Cuando sales al escenario y te encuentras con ese vacío, esa oscuridad, todo negro; Cuando no sabes si las cosas van a salir como tu esperas, ni cómo el público las va a recibir, no conoces su reacción, ni la tuya, por mucho que hayas ensayado, por mucho que te hayas preparado; Ese riesgo, ese, ¡lánzate!, es como la vida misma, tienes que lanzarte al vacío de vivir sin saber lo que puede pasar, porque el futuro siempre sorprende y la realidad supera cualquier plan o expectativa que uno pudiera tener. Me preocupa que ahora mismo no tengo ni idea de cuándo podré volver a lanzarme a ese vacío…


Por el momento, sólo sé que he conseguido escribir (mucho más de lo que quería), un texto largo y un poco pastelero, que me he ganado 40 € por contar todo esto y sobre todo, que he conseguido recordarme por qué y para qué me dedico a la danza.

Así que, salud, larga vida a la danza y a los que a ella nos dedicamos y gracias por la propuesta!


Pepa Sanz
Caminantes Danza



“Cada instante transformado en una dádiva y cada encuentro finalmente eterno mientras dura. Desnudos de tantas expectativas, preocupaciones, deseos de controlar, asegurar, prender,…sumergirnos de cabeza en la aventura de vivir.”

Adília Belotti