La frontera entre lo vivo y lo inerte




Nuestra sociedad se ha visto afectada por la paralización de uno de sus bienes innatos: el movimiento.

Movernos es signo de conocimiento, de sabiduría y de evolución. Nos hace ser quienes realmente somos. El movimiento es primario, nos hace primarios. Nos hace buscar de nuevo lo esencial. Porque en lo más intrínseco del ser humano está el ser libres.

El movimiento nos conecta con lo y los que nos rodean, pero sobretodo con nosotros mismos. El aislamiento y la desconexión social han sido y seguirán siendo limitantes.

Pero cuando el caos se abre, con él la oportunidad de cambio que la consciencia nos brinda. Lo indispensable es el movimiento, pero parece que no lo sentimos como una necesidad primaria y menos en este contexto en el que otras necesidades básicas se imponen. Carencia. Ansiedad. Incertidumbre.

El miedo y el tiempo nos han detenido y los limitantes no nos dejan pensar con claridad.

El tiempo. El tiempo es oro, dicen. ¿No sería el movimiento más valioso todavía? ¿No es el movimiento acaso un indicador de vida? ¿No es la vida el mayor valor?

Es un momento para la reflexión. Ensayo y error.

Reestructuremos nuestros valores y nuestras necesidades. Es ahora.


Las artes del movimiento deberían ser un bien cultural de primera necesidad.

Desde que hicimos nuestro el mundo, el hombre nómada, se desplaza. Se mueve en una búsqueda incesante. Lo que un día fue innato hoy es decodificado porque el movimiento es esencial, es parte de nosotros. No solo como seres individuales, es un acto comunicativo entre especies.


El tiempo solo es tiempo si algo no se mueve.

El tiempo cobra significado con el movimiento.

La vida. Las moléculas y sus átomos. El corazón.

El movimiento es vida. Da vida.

Conforme pasa el tiempo las cosas evolucionan, porque hay movimiento. Lo contrario sería lo inerte.

La danza, el teatro y la performance se vuelven esenciales dentro de nuestro día a día. Y trascienden como acto político, social y cultural.

Ante la privación de las artes escénicas, llega un punto decisivo en la historia de la humanidad y por ende, del movimiento de todos. Apelamos y nos aferramos a lo material.

Nos aislamos privándonos de nuestra esencia por el bien común.

Y por nuestro bien individual.

Hemos sacrificado algo valioso, el ritual de acudir como espectador o de actuar para la gente en un teatro o una sala, es para mi irremplazable. Es un punto de conexión ancestral. La vuelta a lo primario, lo que nos hace pertenecer, un sentimiento de unidad que sin duda refuerza los lazos de una comunidad a través de la cultura.

Una vez escuché a alguien comentar que la danza no es para todxs.

Qué lejos de la realidad te encontrabas compañera...

La danza volverá como nunca, como medio para reconectarnos como siempre lo hizo.

Pararnos no significa detenernos.

La danza está en todo y en todos. No lo olvidemos nunca.


Eduardo Vallejo Pinto

Ogmia