Hace algunos días imaginé que después de esta pausa, de estos casi dos meses de encierro forzado que nos hacen vernos con distancia y cierta extrañeza me dedicaba a otra profesión. Y he de confesar que me dio mucho vértigo.

Porque creo que no sería capaz de manejarme en ese posible escenario.

Porque quizá no podría soportar que la DANZA no fuera el motor de mi vida.

Pero es lo que tiene este confinamiento, mucho tiempo para pensar, reflexionar e incluso porqué no, para soñar.

El Día Internacional de la Danza se enmarca este año en un momento histórico muy tremendo, trágico, un escenario en el no cabe la celebración o alegría de otros tiempos.

Pero lo que sí creo que cabe es seguir soñando y haciendo soñar a los demás, es seguir regalando belleza en medio de este caos, es en definitiva, hacer reflexionar sobre aquello que nos mueve y nos conmueve que no es otra cosa que la DANZA.


Cristian Martín
Proyecto Lanza