Presente absoluto




Todo está de paso
Nada está para quedarse

Ni siquiera nosotros
Ni siquiera nuestra memoria
Ni siquiera los ríos
Ni siquiera los mares
Ni siquiera este mundo
Ni siquiera otros mundos
Un paso constante del que indefectiblemente formamos parte
Y que nos une con todo
Que nos hace uno
Uno
1
.
Imperecedero



En esta transición por la vida me voy acercando al medio siglo y contrariamente a lo que pensaba cuando era joven, sigo cometiendo los mismos errores. Sigo esquivando los problemas en lugar de afrontarlos cara a cara. Sigo buscando culpables para salvar mi pellejo. Y aunque cada vez que lo racionalizo siento vergüenza de mí mismo, sigo actuando como si yo fuera el único poseedor de la verdad absoluta. Como si esta existiera… Como si yo tuviera algo claro… La única verdad, mi única verdad es que sigo viviendo esta vida con la constante sensación de que los focos de las calles me ciegan y me impiden saber dónde está el público. Ni siquiera sé si está; o si estoy completamente solo en escena. Y en esa desalentadora incertidumbre me aferro con toda mi fuerza a esos dos amiguetes que nos ayudan a situarlo todo. Que nos ayudan a situarnos a nosotros mismos. Esos dos amigos mentirosos inventados por el ser humano entre cuyos brazos pretendemos encajarlo todo: el espacio y el tiempo… Dos conceptos que pretenden dar finitud a un flujo infinito sin principio ni fin del que somos parte; pero como no podía ser de otra manera, fracasan en el intento. ¿Cómo se nos ocurre poner límites a todo basándonos en dos elementos que en sí mismos también son infinitos? En fin…

Muchos dirían que 50 ya son demasiados años para seguir bailando, para seguir en escena, para seguir en activo. Muchos dicen muchas cosas. Demasiadas. Las palabras son engañosas. La danza nunca miente. Ya bailaba desde que mi memoria me permite recordar; y perdón, pero no, no lo voy a decir. No diré que me iré de aquí bailando. Sin desprestigiar a nadie que lo haya dicho antes… Pero la verdad es que no sé ni lo que haré mañana. ¿Quién lo sabe? Lo único que sé -que no es poco- es que el movimiento es la esencia de la vida. La esencia de todo. Sin movimiento no hay vida. Ah, y también sé que no soy capaz de reproducir lo que hacía con 18 años. En realidad tampoco lo pretendo. ¿Qué sentido tendría? Este largo recorrido me ha traído a lo que soy: aquí y ahora. Ya estamos otra vez con el espacio y el tiempo… No tiene ningún sentido volver atrás. Menuda estupidez. No existe el pasado si no lo recuerdo aquí y ahora. Ni tampoco existe el futuro si no lo sueño aquí y ahora. Esto es lo único que tengo. Esto es lo único que soy. Esto es lo único que recibo y que puedo ofrecer. Este paso transitorio sin principio ni final. Esta danza en PRESENTE absoluto.

Los científicos predicen que algún día todo será absorbido por el sol que ahora nos da la vida. Algún día todos seremos parte de ese sol que nos dará muerte. ¿Acaso no lo somos ya? ¿Acaso no lo estamos ya? Vivos. Muertos. El uno no tiene sentido sin el otro. El uno no puede existir sin la existencia del otro. Como la noche no puede existir si no ha habido un día; o como el verano no puede llegar si no hubo un invierno antes. ¿No se trata entonces de ir muriendo cada vez, de ir dejando cosas atrás, de irla cagando, de ir aprendiendo nuevas formas, para poder seguir viviendo? Como la danza que nace y muere en el mismo momento en que es ejecutada.

Mantenerse danzando. En gerundio y en presente al mismo tiempo. Aunque suene contradictorio. Porque todo lo humano es contradictorio. Danzando, en lo único que tenemos pero que nunca poseeremos: este instante mínimo y efímero, que por cierto…ya pasó. En una reafirmación explícita de la condición de ESTAR/SER (VIVO).  En una danza también efímera que nos conecta desde el principio de los tiempos…perdón, corrijo…desde siempre, a esa danza global, perfecta, circular y cíclica que nunca para; que nunca empezó; que nunca morirá. Tiene que venir un virus real, con la corona bien puesta, para enseñarnos que a la hora de la verdad de poco sirven, nuestros trabajos estables, todos nuestros ahorros acumulados, los planes de futuro, todas nuestras pertenencias, las casas, las memorias, los miedos, los muebles, las creencias,… Todo se esfuma cuando la propia vida está en juego; o sea siempre.

Los que bailamos para poder vivir/Los que vivimos para poder bailar ya lo sabíamos. Los que vivimos de/en una danza efímera, que nos da trabajos efímeros, que nos da vidas efímeras, ya sabíamos que todo está de paso, que nada está para quedarse. Porque la danza solo entiende del presente, y nos lo recuerda cada día.

La danza siempre será… perdón, vuelvo a corregir… siempre es
PRESENTE ABSOLUTO




Asier Zabaleta
(Reflexiones durante un proceso de creación en cuarentena)

http://www.ertza.com/