La danza y su energía



Siempre he dicho que, si no hubiese sido bailarina y encontrado la danza, por casualidad, hubiese sido con el tiempo una persona, que no hubiese desarrollado todas mis capacidades, anímicas, física y sicológicas.

Porque la danza más allá de ser un arte muy completo, que se puede disfrutar de ella de muchas maneras, su práctica es terapéutica, y ahí radica su fuerza y potencial.

Esta afirmación no es solo subjetiva. Gran parte de los bailarines y coreógrafos, con los que me he encontrado a lo largo de estos 30 años, tienen perfiles psicológicos y  necesidades vitales muy similares.

Esta capacidad que tiene la danza, y que descubrí hace muchísimos años, la comencé a explorar aplicándola principalmente en la docencia, desarrollando proyectos muy concretos dedicados a dos determinados grupos: la infancia y las mujeres.

El principal elemento que se potencia y que se destaca de la práctica de la danza de otras disciplinas artísticas, e incluso física, es sin duda, la energía.

Al bailar y movernos, producimos energía y nuestro cuerpo se mueve en un espacio lleno de energía.

Esta energía que transformamos y que movemos, tiene un gran impacto en nosotros, no solo física sino psicológicamente. Actúa en diferentes planos de nuestro ser, tanto para las personas que lo practican de manera amateur, como profesionalmente.

En el mundo profesional, su impacto va, desde quién lo interpreta hasta el receptor, es decir el público.

En un primer plano, nuestro movimiento, en partituras coreográficas, o improvisaciones, genera una energía que conecta con las emociones, y por tanto, conecta con la inteligencia emocional. Emociones que uno no puede controlar y que en muchos momentos es un acto de liberación y un canalizador de emociones.

En un segundo plano, conecta y potencia la imaginación, la cual es sumamente importante para el desarrollo personal de cualquier persona y que, en el ámbito profesional de la danza, es vital para un intérprete generando otro oficio dentro del mundo de la danza, la coreografía.

En un tercer plano, para aquellos bailarines que se suben a un escenario, se crea una energía muy especial, generándose un estado psicológico o emocional,  que te lleva a otro lugar, es decir te lleva a otro plano, que no está en el tiempo real.

Esta energía puede generarse en una sala de ensayo, evidentemente, aunque es necesario que se den unas circunstancias muy especiales, mientras que, en  el escenario, llegar a ese estado de tiempo no real, se alcanza con mayor rapidez consiguiéndose un mayor impacto de transmisión de este estado, no solo para quien genera o practica la energía, sino también para quien la observa, es decir para el espectador.

En la carrera de la formación de un bailarín, tener consciencia de esta energía, trabajarla, y desarrollarla da y potencia la cualidad de movimiento del bailarín. Este elemento es muy importante para un bailarín, tanto como su técnica. Algunos bailarines nacen con esta cualidad de manera innata, pero la cualidad se puede enseñar y potenciarla.

(siempre hemos visto que hay un bailarín que destaca de los demás, y no es solo por su técnica es por su cualidad)

Pero qué es esa energía que cada cuerpo tiene, para algunos es el aurea que tiene cada cuerpo o ser humano.

Es posible potenciar esta aurea mediante el estudio,  a través de ejercicios que primero te dan consciencia de la existencia del aura de nuestro propio cuerpo, conectando la energía de nuestro cuerpo con nuestros movimientos, para llegar a transportarla por el espacio y conectarla con la energía del espacio, lo que da la cualidad de movimiento de un bailarín. Esta energía individual conectada con la energía de otros cuerpos, tiene un gran impacto.

Energía Cuerpo + emoción + imaginación + estado tiempo no real.


Todos estos elementos, en sus diferentes planos, se dan en la creación de un espectáculo de danza.  

Si observamos los diferentes estilos de espectáculos de danza, podemos entender  porque, en algunos casos, se puede decir que no es necesario entender la danza.

Ya que algunas partituras coreográficas pueden  ser, como observar un atardecer; Te emociona, te puede transportar a otro lugar, sin saber porqué, sin tener que cuestionarse por qué entenderlo.

Así es la fuerza de la danza, que traspasa las fronteras del lenguaje,  y que su contemplación o práctica te lleva habitar lugares, tal vez no tan tangibles, pero si donde descansa el alma y el corazón de las personas.




Alicia Soto,
directora y coreógrafa de la compañía Alicia Soto-Hojarasca